El servicio quedó interrumpido en diciembre de 2001 para dar una línea más a Queens, la V, que sólo circula entre semana. La MTA decidió relegar la G a una línea secundaria: en horas punta y de día de lunes a viernes su terminal es Court Square.
Independientemente de la lógica de esa maniobra (después de todo, la R sigue ya el mismo recorrido y se puede hacer transbordo en Queens Plaza para desplazarse a la E; y la F se puede conseguir en Roosevelt Avenue), la G quedó como la hijastra del sistema. Primero empezó la reducción del servicio, después el cierre de escaleras o bocas menos frecuentadas, y por último a quitar vagones, como a veces sucede con la línea C.
No me pude montar a tiempo, pero detrás esperaba un tren R, que acabó retrasándose más debido al tren reducido que iba justo delante.
El servicio de la G en Queens es absolutamente intermitente; aunque muchos fines de semanas cuelga el cartel de que está suspendido, el domingo pasado circuló. El viajero puede jugársela, pero debido a que pasan con una frecuencia de 20 minutos, es jugarse mucho tiempo si no se acierta.
La alfombra electrónica, por supuesto, no funcionaba el domingo pasado, y cuando lo hace es de una sola dirección.
La estación de Court Square tiene el aire de las otras, en estado de descomposición. Sé que estas cosas se ven en casi todas las estaciones, pero en las de la G son aún más perceptibles.
La MTA juega al círculo vicioso con la G. Le quita recorridos y vagones, la relega a ciertas horas y le resta certidumbre. Todo lo hace en nombre de que no tiene suficientes pasajeros, pero no se da cuenta que sus soluciones sólo logran que los viajeros de metro se aparten más aún de la olvidada G.
En Albany hoy la MTA pidió fondos a la legislatura estatal. De no lograrlos del todo, es muy posible que la G se despida de Queens más allá de Court Square para siempre. La MTA lo intentó en 2001 pero no pudo. Ante la amenaza de una subida de tarifas, quizá esta vez se salga con la suya.
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