La semana pasada el diario The New York Times informaba de la noticia de un menor de 13 años que pasó 11 días huido en el Metro, viajando arriba y abajo a través de los cuatro distritos que une la red. A la de por sí sorprendente noticia se une el hecho de que esta persona está afectada del Síndrome de Asperger, una rara variante de autismo, que hace que quienes lo padecen tengan serias dificultades para relacionarse y llevan a realizar acciones excéntricas y en aislarse.
Francisco Hernández Jr., de Bensonhurst, Brooklyn, tuvo un incidente en su colegio del vecindario y, temeroso de recibir una posterior regañina en su hogar, decidió que lo mejor era refugiarse en el metro, por lo que, con una MetroCard en el bolsillo, una mochila y 10 dólares, se dirigió a la estación de Bay Parkway y subió a un tren D, el pasado 15 de octubre.
Según relató posteriormente, viajó a través de las líneas D, F y 1, de punta a punta de cada una de ellas, donde quiera que estas llevaran. Quitó la batería de su teléfono portátil, pues “no quería que nadie me gritara”, añadió.
Durante su odisea en el suburbano, se alimentó de patatas fritas, croissants, brazos de gitano, que obtenía de los puestos de prensa en las estaciones, y guardaba los envoltorios en su mochila. Bebía agua embotellada. Para ir a los baños, utilizaba los de la estación de Coney Island.
En enero pasado, tras otro incidente en la escuela, Francisco también se refugió en el Metro, aunque tras unas cinco horas, volvió a su casa. Por ese motivo, su padre se dirigió a la estación más próxima para buscarle. Infructuosamente, por lo que llamarían a la policía esa medianoche.
Sus padres, inmigrantes mexicanos, viajaron separadamente en trenes entre Coney Island y Midtown Manhattan, llenaron el Metro con unos 2.000 carteles pidiéndole a “Franky” que volviese a casa. Tras 6 días, el caso pasó a la Unidad de Personas Desaparecidas y la búsqueda se intensificó, creando y repartiendo la policía sus propios carteles.
Hacia las 6 de la mañana del 26 de octubre, un oficial de policía que revisaba un cartel con la imagen del niño desaparecido, observó a un niño sucio y escuálido, sentado en un tren parado en el andén de la línea D en la estación de Coney Island. “Me preguntó si me llamaba Francisco”, recordó el niño, “le dije sí”.
Fotografía: © 2009 Ashley Gilbertson para The New York Times.
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