domingo, 6 de julio de 2008

Los niños y el Metro

Siempre me he preguntado por qué me fascina tanto el Metro de Nueva York. Me lo ha preguntado mucha gente que no lo llega a entender del todo.

Al menos veo que, entre los neoyorquinos, somos legión los llamados "Subway Buffs" (calificativo que, dicho sea de paso, no gusta entre la comunidad "metrófila").

Con la lectura del siguiente artículo, creo que podré responder, en parte, a dicha pregunta, aunque en honor de la verdad mi pasión no llega al punto de los niños protagonistas.

Este artículo, que fue publicado en el New York Times el pasado día 1 (siendo mía la traducción), está en la sección de opinión titulada Ciudad Abstracta y de la que es autor Christoph Niemann, ilustrador, cuyos trabajos han aparecido en publicaciones como The New Yorker, Atlantic Monthly, The New York Times Magazine o American Illustration.

Ha recibido numerosos premios del Instituto Americano de Artes Gráficas, el Club de Directores de Arte e Ilustración Americana. Es autor de dos libros infantiles, "The Police Cloud (La nube policía)" y "The Pet Dragon (El dragón mascota)", este último de pronta publicación y que enseñará los caracteres chinos a los niños. Después de vivir 11 años en Nueva York, se mudó a Berlin con su esposa Lisa y sus hijos, Arthur, Gustav y Fritz. Su sitio en Internet es http://www.christophniemann.com/.

Los niños y el Metro, por Christoph Niemann.




Mis hijos Arthur, de 5 años y Gustav, de 3, están obsesionados con el sistema de Metro de Nueva York.





Apenas se sientan a lo largo de un episodio de "Barrio Sésamo". Pero cuando salimos para viajar sin destino en el Metro, como diversión los fines de semana, ellos se sientan como pequeños ángeles, nombrando devotamente los nombres de cada estación durante horas.






La gente me pregunta a menudo por direcciones en el Metro. Aunque sé moverme bastante bien por ahí, aún tengo que delegar en Arthur muy a menudo. Aún así, parece que la gente no confía en el consejo de un preescolar. Deberían.





Arthur conoce tan bien el mapa, que cuando tuvo su primer par de calcetines con el mapa del Metro, señaló, con una sonrisa entre dientes, que el Q aún circulaba en una línea naranja.





Arthur gasta horas estudiando el plano del Metro. Se ríe de su madre cuando ella sugiere coger el B el fin de semana. Las únicas preguntas que tiene, son acerca de la pronunciación de algunos nombres de estaciones.





Esta mañana leyó los horarios del tren número 3 y cantó las estaciones con la entonación de "Shalom Aleichem".





Las tres palabras que hacen más felices a Arthur y Gustav y esperan oir son "cambio de servicio".





Ven todo a través de una óptica del Metro. Cuando pelean acerca de quién coge qué tazón para su zumo de manzana, no se refieren a ellos por su color.





Cuando reciéntemente tuvimos a nuestro tercer hijo, mi esposa, Lisa y yo sabíamos que no podríamos llamarlos por cualquier cosa que fuese como Ivan, Keith, Otto, Pierre, Toby, Ulysses o Xavier. Nos decantamos por Fritz.





Una acompañante en uno de los viajes escolares de Arthur me contó algo que oyó por encima cuando todos los niños estaban pulcramente alineados en filas de dos. La niña que agarraba la mano de Arthur, le preguntó, "¿Has oído hablar de Peter Pan?". "No", respondió, "¿has oído hablar de Metro North?".





Cuando tu niño llora en público, normalmente es una situación incómoda. En una ocasión, necesitábamos ir a casa con prisa desde la calle Chambers y le dije a Arthur que cogeríamos cualquier tren azul que llegara a continuación. Entró el tren A y Gustav (que esperaba por el C) empezó tirando una prenda. No obstante, los otros pasajeros en el vagón me daban cálidas sonrisas. Creo que nunca vieron muchos niños de 3 años sollozando "Local... quiero el local"





Vamos a menudo al Jardín Botánico de Brooklyn. Tienen un pequeño jardín para niños que a los chicos les encanta. El lugar favorito de Arthur y Gustav es un pequeño hueco entre los arbustos, desde donde se puede ver pasar el tren "shuttle" de la Avenida Franklin.





Probablemente hay un lugar aún mejor que el Metro: ¡El Museo de Tránsito! Un fin de semana, les prometí que podrían estar tanto como quisieran, sólo para comprobar cuánto podrían aguantar. Después de 4 horas, oí el anuncio de que el museo cerraría en 10 minutos. Arthur y Gustav lloraron mientras los sacaba fuera.

1 comentario:

Yellowjenny dijo...

Bueno Tomasito, cuando me llevas de viaje en metro?
Espero tu respuesta que yo estoy en crisis.
Muchos besos de ya sabes quién.