Hace unos días, Tomás señaló el informe de Straphangers Campaign sobre la calidad de las líneas de metro de Nueva York. Uno de los factores de dicho informe fue la puntualidad y el cumplimiento de los horarios.
Para la inmensa mayoría de los usuarios, los horarios son cosa inconsecuente. Sencillamente llegas al andén y esperas que llegue tu tren lo antes posible. Se informa a veces de la frecuencia con la que debe pasar el tren (salvo en la línea L, que tiene sus pizarras que avisan cuánto falta hasta que llegue el próximo tren) y listo. Pero en algunos casos los horarios son vitales (más abajo explico la razón).
El problema es que la MTA, administradora del metro, no tiene una forma establecida para medir las tardanzas. Al concluir su recorrido, el maquinista debe registrar los minutos que ha llegado tarde en su acta. Si no lo hace, ¡sorpresa!, no consta.
Según publicó el New York Times la semana pasada, la línea menos puntual es la 4, cosa que no sorprende a nadie. Algún día publicaremos lo verdaderamente angustioso que es viajar en las líneas de Lexington Avenue (4, 5 y 6) , pero por ahora digamos que si los pasajeros encontraran la forma de montarse a la cubierta vagón, lo harían.
En fin, la expectiva de que ya llegará pronto el tren se cumple entre semana y quizá el fin de semana de día. Pero en el caso de la gente que trabaja de noche, madruga mucho o tiene que enlazar con otro servicio de transporte, un retraso puede ser brutal.
Pongo mi caso: trabajo en Long Island, y a veces tomo el metro desde mi estación (Union Turnpike) hasta la estación del Ferrocarril de Long Island (LIRR) en Jamaica. Mi tren sale a las 6:20 de la mañana, aunque en contadas ocasiones voy en el de las 5:30.
Según el horario de la línea E (en PDF), el tren llegará a mi estación a las 5:13 y a Sutphin Avenue unos cinco minutos más tarde. Dos problemas: si llega más de cinco minutos tarde, no llego a tren. Como esto me ha pasado, la situación se me complica (no hay un tren de la LIRR entre las 5:30 y las 6:20; si no alcanzo al último el siguiente es a las 7:45).
El otro problema es que la MTA cambia los horarios de las líneas de metro cada seis meses, y por las mañanas a veces de manera sustancial. El tren que en verano pasa a las 5:13 en invierno puede pasar a las 5:20, desbaratándote los planes y obligándote a madrugar más. Pero, volvemos al mismo tema, ¿cuánta gente se fija en los horarios y sus cambios?
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